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Agata’s dream

a woman was carrying a bundle,

in the bundle were dead children

and a wooden head, a memento.

a wooden bell. at times what you need to know about a dream

is what you know about death – inside that head,

slanting script, the selling of rags

and belongings, abrupt struggle with relief,

drunkenness, but that’s another map,

equally kind. like a fin

before it emerges from water,

takes the shape of papillary lines

and starts counting coins in the pockets. or

else – she’s not

in my eye, looking, smooth,

as if i bought the eye in a shop

and stuffed dirt into it, that history

of the most difficult translation:

i – you.

accidental discovery:

people die.

on the astronaut smashed into the hawthorn

you messed-up man lying on the grass, you’re back,

in your squinting eyes no more satellites –

extinguished. They,

the observers of always the same year,

the same evening

and this hour falling over you – yesterday,

running up with complaint or distress –

they found you in the hawthorn, on the grass,

and asked:

what did you see? speak!

and you spoke from the hawthorn: I saw,

there’s no other darkness before us

night’s blueprint of me

and dying i’d be afraid of three things:

that which was always as if beyond me,

that one day i’ll be claimed by another speech,

and that i’ve lived exclusively for myself,

but night, in which absentmindedly i dipped my hands

was the beginning and end of not my body

and it invented a blueprint of me –

in the night there’re several me’s

Translated by Elżbieta Wójcik-Leese

***

LÁSTIMA, TAL VEZ ELLA

pensamiento de la noche para mí

y al morir, tendría miedo de tres cosas:

lo que siempre ha estado como fuera de mí,

que venga después de mí otra lengua,

y que haya vivido solo para mí,

y la noche en la que hundí las manos por descuido,

fue el principio y el fin no de mi cuerpo

y tenía un pensamiento para mí:

en la noche hay varios yoes

el sueño de agata

una mujer llevaba un fardo

y en ese fardo había niños muertos

y una cabeza de madera, un recuerdo.

una campana de madera. a veces es lo que te basta saber del sueño,

de la muerte; en medio de esa cabeza

una letra inclinada, la venta de los trapos

y de los bienes, tirones repentinos de alivio,

borrachera. pero esto es otro mapa,

también agradable. como una aleta

antes de que surja del agua

adopta la forma de las líneas papilares

y empieza a contar dinero en el bolsillo. o

de otra manera: ella no está

en mi ojo que mira, liso,

como si lo hubiese comprado en una tienda

y lo hubiese llenado de suciedad, esa historia

de la más difícil traducción:

yo – tú.

un descubrimiento fortuito:

la gente muere

sobre el astronauta estrellado en un espino

fracasado que estás en la hierba, has vuelto,

en tus entrecerrados ojos no hay satélites,

se apagaron. ellos,

los observadores de siempre el mismo año,

de esa misma tarde

y de esa hora abalanzándose sobre ti (ayer,

corriendo con una queja o una aflicción)

ellos te encontraron en el espino, en la hierba,

y preguntaron

—¿qué viste? ¡habla!

y tú dijiste desde el espino —lo vi,

no hay otra oscuridad ante nosotros