Short story collection
Małgorzata Rejmer
Ciężar skóry
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Małgorzata Rejmer
Ciężar skóry

Małgorzata Rejmer The Burden of Skin

Extract one

From “The Heart of a Siren”, pp. 72-73

 

Enriko entered the flat through the open door and saw his father, an immobile figure sitting on the couch, absent to a point of lifelessness.

He took the shell from his pocket and clamped his fingers around it. He could feel the weight of it in his hand, the hardness of its crust. He only had to go up and hit his father on that one spot on the temple where the skull is fragile. He simply had to strike a blow, and then keep hitting his father’s head with a steady motion, again and again, without stopping, just as his father’s punches never seemed to end every time Enriko watched him growing breathless from the perspective of the floor.

He only had to throw the shell at his father to make him leap to his feet like a rabid animal and start kicking Enriko wildly, mindlessly, until the life trickled out of the boy along with his blood.

He gazed at his father’s steely blue eyes, in which there was no trace of any thought of the sea, or any longing for the sea.

“Go away,” said his father. “What do you want? I’m too tired to beat you.”

Enriko put the shell to his ear and heard a whisper. It was calling him. He dropped the shell and ran into the yard, then raced across the sand, which in the light of the setting sun was like coral dust.

He entered the water. His pain changed into the foam of the waves that were washing the shore, leaving shining stripes on the sand. What if the sun never set? What if it hung like a red ball over the horizon for ever? He, the sea and the sun would freeze and turn into a picture. Enriko would dissolve in the sea. He’d become one with the sea.

He just had to keep swimming ahead, without stopping.

He touched the webbing between his fingers with a fingertip. His heart was beating to an entirely new rhythm now, to the ebb and flow of the tide. He could feel his body growing long and slender, his legs merging and forming a tail, and suddenly his skin was covered in scales. It was time. Somewhere in the distance, far beyond the line of the horizon where the sun was sinking, he could hear singing.

 

Extract two

From “The Burden of Skin”, pp. 108-110

 

I pull off my T-shirt. My broad, firm body is unfurled before him. I close my eyes.

And I feel him drawing a finger over the map of my scars. He lays his hand flat, touching the uneven patches with its entire surface, stroking my skin, as if trying to smooth it out. He runs a finger along the narrow channels between the folds. In slow motion he massages the thickened tissue. I am as if hypnotised. I am just a body that’s registering and absorbing every movement of his hand.

“It’s as if the frost had drawn flowers on the windowpane of your belly,” he says.

“Where have you ever seen such a frost in Albania?” I say, laughing.

“I told you, I’m from the north.”

I allow him to undress, and then, both naked, we enter the water, lie down on our backs and let ourselves be rocked by the waves. His body wraps itself around me like a warm blanket. I can feel our bodies losing weight. My skin weighs nothing.

We emerge from the water and fall asleep together on the beach. Two bodies nesting in the cool, wet sand, curled up together.

I awake at dawn, as a golden glow rends the washed-out blue, while a steely stripe of water marks the thin line of the horizon, and I’m shivering. There’s no one beside me, all that’s left is the outline of a body stamped on the sand. I stare into the deep, dark sea, as rays of sunlight twinkle across it. The pain beneath my skin steadily floods my entire body, moving down to my belly, and changing into a caustic tangle. I embrace myself, the rough insides of my hands stroking the cold skin. Another day of life. Another day.

I turn around and see him walking towards me, holding a white cage with a gold, flickering flame inside it, one of the birds that were afraid to escape.

He walks at a swinging step, treading softly on the sand, as if on tiptoes, and his skin shines like ivory in the early morning sun. His hips are gently swaying, and inside his body there’s a calm sea flowing.

As he walks toward me, he is the light.

Translated by Antonia Lloyd-Jones

***

Małgorzata Rejmer, El peso de la piel

 

El corazón de una sirena

 

«A través de la puerta abierta entró en el piso y vio a su padre, una figura inmóvil sentada en el sofá, ausente como un cadáver.

Sacó una concha del bolsillo y apretó la mano contra ella. Sintió el peso del caparazón bajo sus dedos, la dureza del manto. Todo lo que tenía que hacer era acercarse y golpear a su padre en ese punto de la sien donde el cráneo es frágil. Golpear y luego reventarle la cabeza a su padre, con un movimiento constante, una y otra vez, sin cesar. Igual que los golpes de su padre parecían no acabar nunca mientras Enriko le veía perder el aliento desde el suelo, que tenía como perspectiva.

Bastaba con lanzarle una concha a su padre, para que este se desbocara como un animal rabioso y empezara a patear ciegamente a Enriko hasta perder el juicio, hasta que la vida se le escapase a Enriko, junto con la sangre.

Miró el azul acero de los ojos de su padre, en los que no había ni rastro de un pensamiento ni de un anhelo por el mar.

—Vete— le dijo su padre— ¿Qué quieres? Estoy demasiado cansado para pegarte.

Enriko se acercó la concha a la oreja y oyó un susurro. Ella le estaba llamando. Dejó caer la concha, salió corriendo al patio y corrió por la arena, que se convertía en polvo de coral a la luz del sol poniente.

Se metió en el agua. El dolor se convirtió en la espuma de las olas que bañaban la orilla de la playa, dejando vetas brillantes en la arena. ¿Y si el sol nunca se pusiese? ¿Y si se quedase como una bola roja, suspendida sobre el horizonte? Él, el mar y el sol se congelarían y se convertirían en una imagen. Enriko se disolvería en el mar. Él se convertiría en la mar.

Bastaría con fluir hacia delante, sin fin.

Tocó la membrana con la yema entre sus dedos. Su corazón latía ahora a un ritmo completamente nuevo, al ritmo de las mareas. Sintió que su cuerpo se alargaba y adelgazaba, que sus piernas se fusionaban y formaban una cola, mientras su piel se cubría momentáneamente de escamas. Había llegado la hora. En algún remoto lugar, más allá de la línea del horizonte por donde el sol se desvanecía, oyó cantar».

 

 

Relato El peso de la piel:

«Me quito la camiseta interior. Mi cuerpo ancho y compacto se extiende ante él. Sobre nosotros se extiende la sábana negra de un cielo salpicado de estrellas. Cierro los ojos.

Siento cómo desliza el dedo por el mapa de mis cicatrices. Extiende la mano, toca las protuberancias por toda su superficie, me acaricia, como si quisiera alisar la piel con su tacto. Recorre con el dedo los estrechos surcos entre los pliegues de las cicatrices. Con movimientos lentos masajea el tejido engrosado. Estoy como hipnotizado. No soy más que un cuerpo que registra y absorbe cada movimiento de su mano.

—Es como si la escarcha hubiera dibujado flores en el cristal de tu barriga —comenta.

—¿En qué lugar de Albania has visto una helada así? —me río.

—Te dije que soy del norte.

Dejo que se desnude y luego nos metemos los dos en el agua, en cueros; nos tumbamos boca arriba y dejamos que las olas nos mezcan. El agua salada me enjuaga las lágrimas de la cara. Entonces su cuerpo me envuelve como una manta cálida. Siento cómo nuestros cuerpos pierden peso. Mi piel no pesa nada.

Salimos del agua y nos quedamos dormidos juntos, sobre la arena. Dos cuerpos acolchados en la arena húmeda y fresca, acurrucados el uno contra el otro.

Me despierto al amanecer, un resplandor dorado rasga el azul blanqueado, la línea de acero del agua marca el horizonte con una delgada línea, tiemblo. No hay nadie a mi lado. Tampoco hay rastro de su ropa. Miro fijamente las oscuras profundidades, por las que se filtran los rayos del sol naciente. Las llamas bailan sobre la superficie del agua. El dolor bajo mi piel se extiende uniformemente por todo mi cuerpo y luego baja hasta el estómago, convirtiéndose en una sequedad corrosiva. Me rodeo con los brazos, el interior áspero de mis manos acaricia la piel fría. Otro día de vida. Otro día más.

Giro la cabeza y lo veo caminando hacia mí, sosteniendo una jaula blanca con un revoloteo dorado que brilla en su interior, uno de esos pájaros que temen escaparse.

Camina con paso oscilante, pisando la arena suavemente como de puntillas, su piel, bajo el sol de la mañana, reluce como el marfil. Mueve suavemente las caderas, un mar en calma se desborda dentro de su cuerpo.

Camina hacia mí, es la luz…».

 

Traducción: Amelia Serraller Calvo

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文字和插圖:皮歐特·卡爾斯基(Piotr Karski)
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She climbed her first peaks in a headscarf at a time when women in the mountains were treated by climbers as an additional backpack. It was with her that female alpinism began! She gained recognition in a spectacular way. The path was considered a crossing for madmen. Especially since the tragic accident in 1929, preserved … Continue reading “Halina”

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First, Marysia, a student of an exclusive private school in Warsaw’s Mokotów district, dies under the wheels of a train. Her teacher, Elżbieta, tries to find out what really happened. She starts a private investigation only soon to perish herself. But her body disappears, and the only people who have seen anything are Gniewomir, a … Continue reading “Wound”

Anna Kańtoch

A young girl, Regina Wieczorek, was found dead on the beach. She was nineteen years old and had no enemies. Fortunately, the culprit was quickly found. At least, that’s what the militia think. Meanwhile, one day in November, Jan Kowalski appears at the police station. He claims to have killed not only Regina but also … Continue reading “Penance”

Marek Krajewski

The year is 1922. A dangerous time of breakthrough. In the Eastern Borderlands of the Republic of Poland, Bolshevik gangs sow terror, leaving behind the corpses of men and disgraced women. A ruthless secret intelligence race takes place between the Lviv-Warsaw-Free City of Gdańsk line. Lviv investigator Edward Popielski, called Łysy (“Hairless”), receives an offer … Continue reading “A Girl with Four Fingers”

Ks. Tomasz Stępień

This question is closely related to the next one, namely: if any goal exists, does life lead us to that goal in an orderly manner? In other words, is everything that happens to us just a set of chaotic events that, combined together, do not form a whole? To understand how the concept of providence … Continue reading “Order and Love”

Jakub Małecki
Szczepan Twardoch
Wiesław Helak
Maria Wilczek-Krupa
Anna Kańtoch
Rafał Kosik
Paweł Sołtys
Dorota Masłowska
Wiesław Myśliwski
Martyna Bunda
Olga Tokarczuk
Various authors
Mariola Kruszewska
Waldemar Bawołek
Marek Oleksicki, Tobiasz Piątkowski
Wojciech Tomczyk
Urszula Zajączkowska
Marzanna Bogumiła Kielar
Ks. Robert Skrzypczak
Bronisław Wildstein
Anna Bikont
Magdalena Grzebałkowska
Wojciech Orliński
Klementyna Suchanow
Andrzej Franaszek
Natalia Budzyńska
Marian Sworzeń
Aleksandra Wójcik, Maciej Zdziarski
Józef Łobodowski

The work of Józef Łobodowski (1909-1988) – a remarkable poet, prose writer, and translator, who spent most of his life in exile – is slowly being revived in Poland. Łobodowski’s brilliant three- volume novel, composed on an epic scale, concerns the fate of families and orphans unmoored by the Bolshevik Revolution and civil war and … Continue reading “Ukrainian Trilogy: Thickets, The Settlement, The Way Back”

Piotr Zaremba
Wacław Holewiński
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