Excerpt from The Body of the Steelworks by Anna Cieplak

From the beginning of the chapter titled “Moonscape”

It is possible that we are all living a different history from that which is taking place in front of our eyes, and we cannot discern the complexity of historical time because we are limited by our bodies. Ignorance and narrow horizons have nothing to do with it – sometimes it’s a matter of pure physiology, which was omitted from the Bible and other foundational texts. The beginnings of the steelworks were physiological and mystical. That’s certainly how Ula saw it. After getting off the bus, she had to pee so badly that she ran ahead blindly through the vast moonscape – as people referred to the muddy area being flattened by Caterpillar machines which had become an ever-present element of this overburdened terrain. The landscape gleamed with the promise of social advancement and awaited its next devotees. She stopped one of the cement-mixer truck drivers and begged him to take her to the edge of the Łosieński Forest, which hadn’t been entirely cleared yet. He didn’t look at her as if she were crazy because he knew that a lot of people went there if they didn’t have time to run to the toilet. Ula jumped down from the truck, gestured for the man to turn around, squatted down and felt relief. She was thankful that at least this small patch of green space had been left. Looking at a small pine tree, she thought about how everything was about to begin. She noticed that her shoes – her only presentable pair – were all dirty from the dust and mud that blended together on the construction site. She’d heard that the mud was not as bad as the dust, which got into one’s eyes and made it hard to see, like when trekking through the desert. But it’s also possible that she ran blindly ahead without giving a thought to how the whole place was coming into being on the ruins of the natural world.

From the chapter titled “The Steelworks of Fifty”

I wondered what had such a hold on me and how I came to write myself so obviously into their story. Maybe I wanted to steal it? Maybe I realised I had no story of my own, because it no longer makes sense to tell one’s own individual stories. What we were supposed to find was not there, because the past had evaporated, as if it wanted to tell us that time was flowing differently now. There were only trees, the forest, the rustle of our shoes and the unyielding grass. […] I still didn’t see this forest as a link between what was then and what is now.

From the chapter titled “Caterpillar”

The factory site stretched over more than a thousand hectares, had a few bus stops and constituted a small town governed by its own rules. She had never compared archival images to the present picture, though she had seen lots of photographs and other materials which showed only machines, chimney stacks, production halls and smooth roads. Back then, the cleanliness of the whole site and the geometrically poured concrete were among the highest achievements. From a bird’s eye view, the area must have looked as if it had been drawn with a ruler by a master craftsman. However, from the outset, nobody bothered to cut down plants growing among the buildings because they weren’t in the way of the machines. On one hand, they seemed to have grown independently and by chance, and on the other it looked as if the previous year’s chicory and viper’s bugloss had colonised the areas among the birches on purpose.

Translated by Eliza Marciniak

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Anna Cieplak

El cuerpo de la acería

Inicio del capítulo Paisaje lunar:

Es posible que todos vivamos una historia distinta a la que acontece ante nuestros ojos      y no seamos capaces de percibir la complejidad del tiempo histórico, pues estamos limitados por el cuerpo. La ignorancia o la poca profundidad de miras no tienen nada que ver con esto, a veces se trata de la mera fisiología, que no se menciona ni en la Biblia ni en otros libros fundacionales. El inicio de la acería fue fisiológico y místico. Y con seguridad así lo veía Ula. Tras bajarse del autobús, tenía tantas ganas de orinar que corrió a ciegas por el vasto paisaje lunar que dibujaba el barro aplastado por las orugas, convertidas en parte integrante de aquella superficie suspendida. Aquel todo brillaba con la promesa del progreso social y estaba a la espera de sus siguientes adeptos. Detuvo a uno de los conductores de la hormigonera y le pidió que la llevara a los confines del bosque Łosieński, que todavía no había sido deforestado. El conductor no la miró como a una poseída porque sabía que mucha gente iba allí cuando no alcanzaba a llegar al baño. Ula saltó del vehículo, le hizo un gesto al hombre para que se diera la vuelta, se agachó y sintió alivio. Estaba agradecida de que al menos siguiera existiendo aquel pequeño pedazo de vegetación. Contempló uno de los pinos enanos y pensó que pronto todo daría comienzo. Observó que sus zapatos —los únicos de vestir que tenía— estaban sucios de polvo y barro que se le habían pegado en el solar de la obra. Peor que el barro eran aquellas partículas que se metían en los ojos y dificultaban la visión, como en los rallies por el desierto. Sí, es posible que corriera a ciegas y nunca se hubiera detenido a pensar que aquel lugar se había construido sobre las ruinas de la naturaleza […]».

Capítulo La acería de los cincuenta

Me preguntaba qué me retenía desde dentro y cómo pude incluirme tan claramente en su historia. ¿Tal vez quería robarla? Es posible —concluí— que no tenga un relato propio porque ya no tiene sentido contar las historias personales. No había nada de lo que debíamos encontrar porque el pasado se había desvanecido, como queriendo decirnos que ahora el tiempo pasaba de otra manera. Solo estaban los árboles, el bosque, el crujido de nuestras botas y aquella hierba que se resistía. […] Seguía sin ver en aquel bosque la conexión entre lo que había entonces y lo que hay ahora».

Capítulo La lombriz

Toda la planta medía más de mil hectáreas, tenía varias paradas de autobús y constituía una pequeña ciudad que se regía por sus propias normas. Ella nunca comparó fotos de archivo con imágenes actuales, aunque había visto un montón de fotografías y materiales antiguos de los exteriores de la planta, donde no había más que máquinas, chimeneas, explanadas y pistas lisas. La limpieza del terreno y el hormigón vertido geométricamente figuraban entre los principales logros de entonces. A vista de pájaro, el terreno debía de parecer como delineado con regla por un capataz. Pero al principio de la acería nadie arrancaba las plantas que salían entre los objetos, porque no molestaban a las máquinas. Por un lado daba la impresión de que brotaban de forma independiente y casual y, por otro, parecía que las achicorias y las viboreras del año anterior habían creado adrede colonias entre los abedules.

Traducción: Teresa Benítez Rodríguez