Maciej Robert Rivers That Don’t Exist

Rivers that don’t exist also include – and maybe are above all – rivers that are fictional, imaginary, legendary. They have gushed in small numbers through world literature from the start. There would be enough of them to create a handsome anthology along the lines of A Dictionary of Imaginary Places by Alberto Manguel and Gianni Guadalupi. Leaving that doubtless interesting task of comparative literature for another time (or another person), I’d like to cite just one example that presents a nonexistent river in two ways – as an absolutely fictional entity, unrelated to a real equivalent, and also as a waterway that essentially does not exist, since it has dried up. Yet despite this, it has such vitality, and is so real in that vitality! This is the small river Mokra (whose name literally means “wet”) from the novel A Brief Exchange of Fire by Zyta Rudzka. It seems strange – considering the obvious, plainly hydronymic potential of “Mokra” – that there is no river of that name in the List of Names of Flowing Waters (though it does include other names from the same linguistic root: Mokradzina, Mokry Potok, Mokrzenica, Mokrznia, two Mokrzyces, Mokrzyna and Mokrzyszówka). As said, the Mokra does not exist in reality, nor does it exist in the novel. It’s a character in the memory of the protagonist Roma Dąbrowska, an aging poet living in Warsaw, and of her mother, who “spent her whole life in a crooked little house on a veinlike appendage of the Mokra, where the river once bent north, until it dried up and its frayed banks quickly lost their crest of yellow foam, and only the ooze in its channel still allows you to skid on your heels.” The Mokra behaves as befits an ex-river – even non-existent, it makes itself known. Whether as “ooze in its channel”, or as subterranean currents, or as water in a well, or as damp on the walls: “The Mokra is gone now, but it can still be felt. In a dank house, in walls like mucus-covered slippery jack, in scotch bonnets sticking out of old cauldrons behind a fire poker in a corner of the winter kitchen.” These various ways a river can remind us of its existence relate exclusively to physical phenomena. […] Literature turns nonexistent rivers (dried-up, seasonal, buried, un-majestic) into practically mythical ones. The Łódka, not the least bit fictional, has unfortunately never experienced this sort of mythification. This means the Łódka – to which, after all, we owe the founding and development of Łódź, the third-most, and until recently, second-most populous city in Poland – is, in principle, currently nonexistent on three whole different levels. First – it doesn’t exist physically (it is either an empty riverbed or it flows through an underground channel, or it’s a hard-to-access sewer). Second – due to the above – it doesn’t exist in the consciousness of Łódź’s inhabitants. Third and finally – it has not risen to the rank of myth, literary or otherwise. This particular aspect is especially remarkable, seeing as Łódź and its power (real and symbolic) have been written of by such giants as Władysław Reymont and Julian Tuwim. The latter, in his iconic poem “Łódź”, even called for adoration of the “bad beauty” of his home city, assuring us with a wink that Łódź’s “dust, stuffiness, mud and chatter” are dearer to him than the boulevards of Paris. Yet I can’t recall a novel or even a poem describing the Łódka as a mythical river of childhood, giving it the chance to become a mightier river than it actually is.

Translated by Sean Gaspar Bye

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Maciej Robert Ríos que no existen (Rzeki, których nie ma).

Los ríos que no existen son también o, sobre todo, ríos ficticios, inventados, legendarios. En un buen número, su corriente los lleva por la literatura universal desde sus comienzos. Hay tantos como para hacer una sólida antología a la manera del Diccionario de lugares imaginarios de Alberto Manguel y Gianni Guadalupi. Dejando para otro momento (o para otra persona) esta obra del estudio de la literatura, sin duda interesante, me permitiré citar tan solo un ejemplo que describe un río inexistente de dos modos: como una entidad absolutamente ficticia, sin referente real, pero también como un curso de agua que no existe realmente porque se ha secado. Sin embargo, ¡qué vital y qué importante es esta vitalidad! Se trata del pequeño río Mokra^[1] de la novela Breve fuego cruzado, de Zyta Rudzka. Parece extraño — dado el evidente potencial casi hidronímico del Mokra— que un río con semejante nombre no figure en la Lista de nombres de aguas corrientes (aunque sí figuran Mokradzina, Mokry Potok, Mokrzenica, Mokrznia, dos Mokrzyce, Mokrzyna y Mokrzyszówka). Mokra no existe en la realidad y tampoco existe en la novela: es el protagonista de los recuerdos del personaje principal, la ya no joven poeta Roma Dąbrowska, que vive en Varsovia; y de su madre, que «ha vivido toda su vida en una casita torcida junto a una ramita del Mokra, donde el río giraba hacia el norte, hasta que se secó y las orillas deshilachadas perdieron pronto sus bucles de espuma amarilla y sólo el lodo que hay en el cauce aún permite deslizarse sobre los talones».

Mokra se comporta como le corresponde a un río que había sido: incluso siendo inexistente, se da a conocer. Ya sea como «lodo en el lecho del río», o como corrientes subterráneas, o como agua en el pozo, o como humedad en las paredes: «Mokra ya no está, pero aún se siente. En la casa empapada de humedad, en las paredes que parecen suillus (esos hongos del bosque con piel de textura babosa), en senderuelas asomando en viejas ollas de cobre detrás del atizador en la esquina de la cocina de invierno». Estos diferentes tipos de recuerdos fluviales se refieren exclusivamente a fenómenos físicos. […]

La literatura convierte ríos inexistentes (atrofiados, periódicos, soterrados, nada vistosos) en ríos casi míticos. Łódka, en absoluto ficticio, desgraciadamente no ha sido mitificado de este modo. Así, el río del que dependieron el nacimiento y el desarrollo de Łódź (al fin y al cabo la tercera ciudad de Polonia y, hasta hace poco, la segunda más poblada), ahora de hecho no existe en tres niveles. En primer lugar, no existe físicamente (o es un cauce vacío, o fluye por un canal subterráneo, o es una cloaca de difícil acceso). En segundo lugar, y este es el resultado de lo anterior, no existe en la conciencia de la gente de Łódź. Finalmente, en tercer lugar, no ha alcanzado la categoría de mito, ni siquiera literario.

Este aspecto es especialmente sorprendente, dado que Łódź y su grandeza (real y simbólica) fueron descritas por autores tan enormes como Reymont y Tuwim. Este último, en su poema programático Łódź, llegó a postular la adoración por la «belleza maligna» de su ciudad natal, asegurando con un guiño que «el polvo, el tufo, el barro y los dialectos» de Łódź tienen más valor para él que los bulevares de París. Sin embargo, no recuerdo ninguna novela, ni siquiera ningún poema, en el que se describa el Łódka como un río mítico de la infancia, en el que se convierta en un río más poderoso de lo que realmente es.

Traducción: Elżbieta Bortkiewicz

^[1] Rzeka Mokra, en español «río húmedo».